Ante la creciente preocupación por los incidentes de violencia y acoso en los colegios, es necesario hacer un llamado urgente a priorizar la educación emocional (EE) como herramienta clave de prevención, tanto en el entorno familiar como escolar.
La capacidad de los estudiantes para comprender, expresar y regular sus emociones es esencial para construir espacios educativos seguros, respetuosos y libres de violencia.
Sin embargo, esto no está ocurriendo de forma efectiva.
La educación emocional no se limita a reconocer si se está triste o enojado. Consiste en desarrollar habilidades socioemocionales como la autorregulación, la empatía, la toma de decisiones responsable y las habilidades relacionales.
En especial, la regulación emocional, es decir, manejar impulsos, tolerar la frustración, gestionar el estrés y responder de manera asertiva, es crucial para prevenir conductas agresivas.
Cuando un niño o adolescente carece de herramientas para gestionar emociones como la rabia o el miedo, es más probable que actúe impulsivamente, a menudo con agresividad física o verbal.
La EE entrega un «vocabulario emocional» y estrategias para canalizar sentimientos de manera constructiva, favoreciendo la resolución pacífica de conflictos.
Prevenir la violencia escolar mediante la EE no es tarea de una sola parte. Requiere una alianza coherente entre familias y comunidad educativa.
El hogar es el primer espacio de aprendizaje emocional, donde madres, padres y cuidadores deben validar los sentimientos, enseñar a expresarlos adecuadamente y modelar estrategias saludables.
A su vez, los colegios deben integrar la EE transversalmente en su proyecto educativo. Esto implica no solo talleres, sino también la formación del personal para identificar necesidades emocionales, fomentar un clima seguro y aplicar pedagogías que promuevan empatía y comunicación asertiva.
Instamos a autoridades, docentes, familias y sociedad en general a reconocer la importancia de la EE y a invertir en su implementación.
Fomentar la regulación emocional no solo previene la violencia: también mejora el bienestar, el rendimiento académico y forma ciudadanos más empáticos y resilientes.
Andrea Mira
Dra. en Ciencias del Desarrollo y psicopatología
Escuela de Terapia Ocupacional
Universidad Andrés Bello